Amigos de la Vuelta del Castillo, de Javierada

Amigos de la Vuelta del Castillo, de Javierada
De Monreal a Javier

domingo, 16 de marzo de 2014

Cerezos en flor, valle de Jerte (Cáceres).

La Toscana, en Italia.
 Provenza, en Francia.


    Me vais a permitir una reflexión que llevo digeriendo en mi cabeza desde hace años, cuando visité la Toscana. En las primaveras, y ya llega pronto nuestra primavera, hay un paisaje que siempre me traslada a estos paraísos. Subiendo de Artajona o bajando a Artajona, según se mire, ese tramo que hay entre Artajona y el Carrascal, y que, por otra parte, se hace extensivo por bastantes parajes  de la “zona media” de Navarra, se me antoja de ensueño. Oscilación de suaves laderas verdes, con setos naturales de zarzas y chaparros, de encinas y bosque bajo, laderas de cereal abundante, de cielos claros y pájaros cantando, de caminos blancos tan blancos como los de Antonio Machado.
     Bajaba ayer a mi pueblo y me volvieron  el paisaje y los sentimientos de siempre.  La “Txapela” es la antesala de un descenso y como si de un mirador se tratara, algunas curvas dibujan, al fondo, la silueta de  “el Cerco”, que por arte de magia aparece y desaparece conforme pasan los kilómetros.  Decíamos la bajada… es una bajadica que va dejando a los lados laderas alegres, espuendas  llenas de flores. Ahí están nuestros almendros, aquellos que plantaron nuestros padres, quizá nuestros abuelos, están cantando la primavera venidera en estos días primaverales del final del invierno. Con esas flores blancas y rosas, rosáceas y blanquecinas, flores de miel y amarillos estambres, flores soñadoras, nubes algodonadas en los brazos de los almendros, patente de alcanfor. Derecha e izquierda, arbolitos florecidos que parecen enjambres de pétalos…  líneas sobre líneas haciendo regazos de montículos suaves. Entre tres ramas de almendros florece “el Cerco” y se clava en nuestra retina una panorámica hermosa del buque insignia de nuestra historia. Se configuró con un encuadre adecuado, una estudiada estrategia, la  luz privilegiada de la mañana y la mano experta de los artistas. De todas las perspectivas de la muralla, esta es la que más me gusta.

Nadie lo plasma mejor que mi amigo José Ignacio.

Un abrazo,
Ángel Mª Andueza

miércoles, 5 de marzo de 2014


Nájera - Santo Domingo: media del Camino
-muy dura - 







Sábado 1 de marzo:  Todo el día lloviendo en Artajona. Sin viento y poder ir a pasear por el Cerco bajo la lluvia, como si de un cuento se tratara.  Y mañana qué día tendremos por Logroño. Llegó mañana,  tiempo muy bueno,  13 grados, contra las previsiones que yo conocía,  temperatura agradable para ir a correr. Había que  cambiar planes sobre el vestuario.   Toda la ropa en la que había pensado  nos sobraba.
Puesta en marcha hacia Santo Domingo a por el dorsal. Allí buscamos un  bar para tomar un café y entrar en el baño. Vamos muy  justos  de tiempo, hay que volver para Nájera de donde partía la carrera. Llegamos justos. Paramos junto al rio y termino de prepararme para ir corriendo a buscar la línea de salida. Me acerco a las inmediaciones  de la colegiata de Santa María la Real, ese monumento en el que se rinde culto a los reyes de Navarra y en el que guardan los grandes recuerdos de una “reinica” de Artajona que falleció siendo casi una niña, cuando daba a luz a Alfonso VIII, el de las Navas…). Bueno, a lo que iba. Las salidas tienen su encanto,  su nerviosismo para algunos. Menos poético de lo que parece ya que algunos corredores andan buscando baños,  mirando relojes,  preparando calentamientos…  Y llegó la salida, sin apenas tiempo para calentar.
Una cuesta de aperitivo, de miedo, bien grande. Sabía que era dura pero no tanto. En la línea de salida aproveché el tiempo para hablar con la gente. Impresiones sobre la dureza del recorrido, tiempos posibles, etc.  Voy de despistado.
Por allí veo un  corredor disfrazado de medieval,  pues allí que  voy . Qué hace aquí un medieval con estas trazas . Y me cuenta. Le pregunto por la ropa,  por el coste de la ropa, por todo que se me ocurría.  Me cuenta que ha venido recientemente de Teruel.  Y yo pienso en mi Teruel,  añorado Teruel, la ciudad de los amantes. Yo soy de Artajona,  tenemos  medievales,  ya hablaremos.  Vamos por las cuestas “oye,  medieval templario,  en cuánto tiempo haces la carrera? -  1,29. - Hala,  a ver si te sigo. Vestido de esa guisa adónde vas,  hombre. Bueno,  este año no haré 1,29. - Yo tampoco.
No hay bajada. Algún falso llano. Es dura. Subidas. Luego viene el barrizal, dos o tres km de barro. Las zapatillas clavadas en el barro todo el camino,  la pista llena de pisadas de barro, por delante de mí  igual van 200 personas. Me doy la alegría de adelantar a algunos corredores. Atrevido. Siguen las cuestas, me adelantan algunos  a los que había adelantado.  Comprendo que tengo que tomármelo con más calma. “Luego viene lo duro”,  dicen,  “en el km 12/13 la gente se queda clavada”. Veo el alto “será eso” “sí,  eso y algo que luego continúa”.  Hemos dejado el barrizal, a veces nos hemos metido  por una finca sembrada evitando la impracticable pista. En la cuesta voy a aprovechar para meterme un gel y una barrita energéticos. Algunos corredores suben andando . Me resisto a subir andando por dura que sea. Ya acaba… El km. 13 se hace más largo que el 12 y además no hay bajada. Casi siempre está cerca el camarada medieval, cuyo atuendo debe de ser una especie de penitencia este año que la semana santa cae más lejos. Alimentarse en la subida no es mala idea y me ha venido muy bien.  El Camino de Santiago  continúa con  falsos llanos. Rompe piernas.
 Mi tiempo no va a ser como el de anteriores medias  pero por lo menos a ver si maquillamos un poco el resultado. No sé dónde están los viñedos que anunciaba el cartel del acontecimiento “entre viñedos”, acaso el cansancio no me ha dejado disfrutar del paisaje ni de los almendros que tienen que estar en flor, como es de rigor por estas fechas.
Y la carrera sigue. Corremos ya por el Km 17.  Parece que lo duro se acaba,  por fin bajada. Tenemos delante Santo Domingo. Me dejo caer.  Es semejante a la entrada en Donosti con la Behobia. Busco los indicadores del km 18 y el del 19.  Ya no queda nada,  esa nada que en los últimos km se eterniza. Entramos por las calles de la ciudad.  Me adelanta un chico,  es joven y tiene pintas de atleta , ni me planteo seguirle.  Me adelanta una chica,  me planteo algo,  mas concluyo lo de siempre.  Falta un km,  si viene así  es que está fuerte  ¿para qué seguirla?  Esta carrera tal vez no esté homologada. No sé si son exactos  los 21095, lo cierto es que en esta ocasión la meta se me echa encima muy pronto, parece que demasiado pronto. Treinta metros antes de la meta y donde aparecen unas nuevas vallas,  me espera mi hijo.  Enseguida sale en mi busca y entramos como dos héroes “ papá, qué rápido”.  “Adelante, Ian,  vamos a volar” y al pasar la meta nos abrazamos. Luego aparece mi esposa y hago unos estiramientos y  vamos al aperitivo en  La plaza de España donde el vino es el mayor y mejor manjar.  Está  atestada de gente,  Ian quiere jugar con los hinchables. Me pongo un poco de ropa. La plaza es muy renacentista y la iglesia está adosada a una casa. Un arbotante dibuja una curva cerca del ábside. Algunas casas rompen con el entorno,  son demasiado modernas. Aún se conservan buena parte de los pórticos y los soportales. Para cuando salimos de allí he cogido un catarro de notable consideración:  supuración total de líquidos incontrolados, viscosos y transparentes que desde las fosas nasales pueden alcanzar las comisuras de los labios si no encuentran por el camino algún impedimento.
Vamos a comer a Ezcaray.  En la plaza había caído “mani a mani” casi una botellita. En Valdezcaray  comemos bien. Es un pueblo bonito con muchos bares y restaurantes.  He llegado el 170, más o menos, de más de mil,  aunque se han retirado unos cuantos y en meta no han entrado mil. No ha estado mal, creo que ha sido un buen entrenamiento. A pesar de que la temperatura  es similar a la de la mañana, la sensación térmica es mucho más fría. De vuelta a casa, comienza a llover.